En épocas pasadas una simple camiseta blanca con una franja
naranja horizontal a la altura del pecho, se convirtió en el estandarte de
batalla para un grupo de chicos que se aventuraban en el mundo del atletismo en
pista. Defendíamos los colores de la Joventut Àtletica de L’Hospitalet y llevarla implicaba muchas cosas,
evidentemente era el nexo de unión entre todos los componentes, más allá de la
personalidad de cada uno de los integrantes (vaya joyas teníamos... Heavys, Rockers,
Tecnos... estamos hablando de los 80’s, claro, y esa década de por si ya daría
para escribir otro artículo musical en paralelo) pero en la pista todos nos convertíamos en
embajadores de nuestro club y ciudad y por tanto el compromiso estaba más que
asegurado.
Ver correr a tus compañeros, disfrutar de sus éxitos o animarlos
tras un fracaso, formaba parte de nuestro día a día. Y aunque en los entrenos, velocistas
y fondistas llevábamos cargas de trabajo distintas, y quizás hasta cierto
pique, todo eso quedaba olvidado el día de la competición, donde imperaba un
espíritu de “germanor” total, aplicable también hacia los otros clubs allí
presentes.
Cada Sábado por la tarde y tras un refrigerio suave al mediodía
(vamos el lunch de hoy en día), nos dirigíamos al estadi Joan Serrahima con un
nudo de nervios en el estómago, para representar dignamente a nuestro club,
intentando al término de la temporada salvar la categoría o conseguir los
puntos necesarios para ascender a esa ilusionante segunda división catalana.
Precisamente conseguir esos puntos se convertía en un objetivo que escondía una
arma de doble filo,... cuantas veces me había tocado correr un 400 lisos, para
salir minutos más tarde en una serie de 200, supliendo a algún compañero
lesionado o por el motivo que fuera, ausente.
El precio a pagar estaba claro, flojera en las piernas corriendo
en la segunda prueba... y algún que otro ligero mareo tras el esfuerzo, el
honor propio y el de la camiseta estaban en juego y se hacía todo, bueno...
casi todo por ella.
Ya trasladados a nuestros días me pregunto en multitud de
ocasiones, ¿qué tendrán la camisetas?, para que muchos runners digamos que de
una manera irresponsable se inscriban a “les curses” con el único fin de
conseguirlas a buen precio, sabiendo perfectamente que el día de la prueba
optarán por quedarse pegados a las sábanas o desayunando tranquilamente en el
sofá, aun perjudicando a otros corredores que sí se hubieran inscrito para
disfrutar de ese día, y haberse ganado con esfuerzo una buena marca y la
merecida prenda. A todos nos ha pasado, una lesión repentina o un gripazo
fulminante, nos han dejado fuera de una cursa y con la sensación de que esa
camiseta, no ha podido ser ganada con los merecidos honores.
Existen casos que merecen ser destacados por su honestidad,
nuestro compañero Ricardo guardó esa primera camiseta maratoniana (BCN 2010) en
un cajón, dado que una fascitis plantar le impidió salir en la prueba y le dejó
K.O durante un par de meses... él me decía... “no puedo ponérmela ni para
entrenar, no me la he ganado” y es verdad, ... cumplió con creces su palabra. Eso
sí, un año más tarde ya pudo recuperarla y darle vida en los entrenos y curses,
cayeron en su haber las siguientes ediciones del 2011 y 2012. Evidentemente
ahora ya la luce bien orgulloso.
Muchos domingos rodando por la Carretera de les Aigües (como no
soy persona de escuchar música enlatada mientras corro) y cuando el ritmo me lo
permite, me dedico como todo buen runner a intentar re-ordenar mis ideas y
pensamientos ¿alguien lo ha conseguido alguna vez? contemplo paisajes, sitios,
gente, personajes y analizo las cosas.
Una de ellas ha sido ver la clara necesidad que tienen muchos corredores
de demostrar que días atrás han realizado y sufrido una prueba en concreto ( y
cuanto más dura mejor claro), es normal tras una media maratón importante, ver
esa misma camiseta repetida en multitud de runners, deambulando en todos los
sentidos del circuito. Me imagino que lo hacemos todos, y debe ser una manera
rápida de simbolizar mediante esa camiseta los kilómetros acumulados durante la
preparación o directamente que otro corredor menos experto deduzca que se ha
cruzado con otro que ha adquirido ya cierto nivel, no sé... deduzco que la cosa
va por ahí.
Y hablando de cruzarnos con otros corredores, muchas veces se
produce cierta sonrisa de complicidad al ver la coincidencia de camisetas ¿También habremos desayunado lo mismo? -
deberíamos de preguntarnos -.
Entre maratonianos la cosa va a más, el saludo es obligado y
suelen verse camisetas, ya con cierta solera, que el propietario sigue portando
orgulloso pasados los años como el primer día, conocedor de completar en su
momento la gesta de ser finisher en una maratón.
En una ocasión coincidimos tantos corredores con la chaquetilla
verde de la Mitja de Granollers, que parecíamos una legión de duendes
desatados, dispuestos a desforestar las pistas de Collserola, en los encuentros
entre corredores ya no se producían sonrisas... directamente eran carcajadas y
miradas diciendo... Ostias! pero es que nadie tiene otra chaqueta que ponerse!
En el mundo Trail sucede más de lo mismo, el corredor de montaña
tiene que dejarse ver con esas camisetas más vistosas, en las que la
estampación TRAIL, denota que el asfalto no interesa demasiado al usuario de la
misma, un Buff o pañuelo en la cabeza ayudarán a darle la imagen definitiva y
estereotipada de corredor de montaña.
En los previos a las salidas de cualquiera de las pruebas del
calendario, es normal visualizar camisetas de la Matagalls-Montserrat, Burriac
Atac, Cursa de l’Alba, y de todo tipo de Ultra Trails que nos indiquen
visualmente y a modo de advertencia del posible potencial de otros corredores
allí presentes.
En el mundo animal muchas especies utilizan los colores, para dar
a conocer de su peligrosidad (avispas, etc), y creo que nosotros los corredores
populares en cierto modo, (involuntariamente o no), acabamos imitando este
efecto de advertencia. Llevar cierta camiseta puede aumentar el grado de
confianza en uno mismo, y descolocar un poco a los demás, sin embargo será la
propia prueba la que pondrá a cada uno en su lugar, no nos engañemos.
Curiosamente todo este código disuasorio de advertencia desaparece
cuando nos “uniformamos” con nuestra camiseta del club, aquí el efecto es
distinto, recuperamos el espíritu de equipo y los momentos previos a la salida
nos sirven de encuentro y charla, allí
calibramos nuestras posibilidades de éxito e intentamos motivarnos todavía un
poco más mediante las fotos de grupo con la pancarta.
Ahora son el resto de corredores, los que nos miran sorprendidos,
no conocen nuestras marcas, y nuestra camiseta no refleja el curriculum runner
de quien la viste (sólo entre nosotros conocemos realmente nuestras capacidades
y aptitudes en la competición). Luego en la salida que cada uno siga al Drac
según su ritmo y preparación, lo importante es el compromiso global con
nuestros colores azules y anaranjados, eso sí,
siempre respetando al resto de corredores.
Corredors de correCATagafo, dejaros de Red Bull, ¡esta camiseta sí
que nos da alas!
Muy muy buen articulo de opinión.
ResponderEliminarPocas son las carreras que no he podido hacer estando apuntado pero no dependiendo el motivo esa camiseta me ha recordado que ese era el siguiente objetivo y me la pongo hasta que lo cumplo, porque te la pones sin ser merecedor pero estas construyendo el serlo.
Yo soy de los que las camisetas emblemáticas me las guardo y no las uso ni exhibo, no me gusta presumir pero si soy de los de hacer museo personal; claro hablo de mi primera maratón, el Ironman, ultratrail o el sub 3 de maratón o marcazas.
Cada vez mas me gusta pasear el drac porque cuantos mas somos con él me siento mas seguro y presumo de equipo.